26/4/08

Cadáveres imprudentes

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Los crímenes de odio por orientación sexual o identidad de género son la cara más brutal de la discriminación. Ocultos como homicidios simples o detrás de la máscara de hechos “pasionales”, su denuncia ha estado siempre en manos de las comunidades convertidas en blanco móvil de una violencia que nunca es singular, cada acto de violencia imprime con saña un mensaje que excede el cuerpo de la víctima.
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Soy Viernes, 25 de Abril de 2008
Cadáveres imprudentes, por Alejandro Modarelli
Sección de la nota:

El infierno queda en Catamarca

En noviembre del año pasado el Foro Antidiscriminación y Antirrepresión de Catamarca, con la firma del sociólogo Carlos Figari, Elsa Ponce y Antonio Torrente, denunció, a través de una carta a los medios locales, el crimen de Claudio Soto en el parque Adán Quiroga. Un asesinato que cumplía el ritual de la saña que caracteriza a los crímenes de odio. Era la quinta vez que el colectivo redactaba una carta pública para alertar sobre la sistematización del homicido como expresión de “la incultura y la poca o nula educación para convivir con el otro diferente”. El odontólogo apodado “Castillito”, Víctor Manuel Escalante, Benjamín Ramírez Hidalgo, de nacionalidad peruana a quien mataron a balazos, el caso de la Ripiera, donde un joven gay fue sometido, torturado y asesinado clavándole un destornillador en la cabeza. La travesti belicha Cassandra (Eugenio), también asesinada con cuatro puñaladas en el corazón, después de haber sido violada... los casos se acumulan en esta provincia ya célebre por el feminicidio de María Soledad Morales. “Mientras no hagamos nada —cerraba la carta del Foro—, seguimos siendo todos culpables.”

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